Después del Divorcio

[ M/g, cons, pedo, lolita, fath/dau, spank ]

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Published: 14-Jul-2012

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Disclaimer
All people and events in this story are entirely fictitious.

Cuando me divorcié, Sonia tenía 6 años. Desde que nació, yo había estado muy unido a ella, mientras que su madre apenas se había preocupado de su pequeña. Yo me levantaba por las noches cuando lloraba, yo la bañaba, jugaba con ella, y cuando fue un poco más mayor, la llevaba a la escuela y le ayudaba a hacer los deberes. En realidad, yo estaba mucho más unido a Sonia que su madre. Así que cuando nos divorciamos me quedé yo con su custodia. No me importó demasiado que su madre nos abandonara, ni siquiera que se fuera con otro hombre. Al fin y al cabo, yo me quedaba cuidando a la única persona que realmente me importaba, a mi pequeño gran amor.

Desde entonces, estuvimos todavía más unidos. Le gustaba jugar conmigo y, en cuanto terminaba sus deberes, se sentaba a mi lado a ver la tele o se subía en mi regazo, me abrazaba, jugaba con mi pelo, me retaba a una pelea o fingía ser mi enfermera. Le encantaba que le hiciera mimos, caricias, que le diera besos... Muchas veces aparecía semidesnuda, buscando que le acariciara su suave y sensible piel, y también desabrochaba mi camisa o levantaba mi camiseta para juguetear con mi pecho desnudo.

Desde pequeña, no le oculté nada relativo al sexo. Le hablaba de ello con la misma normalidad que de cualquier otro tema, y desde siempre, Sonia lo vio como algo natural.

Al poco de quedarnos solos me preguntó si me sentía solo por las noches sin mamá. Le dije que no, que todo estaba bien. Pero esa misma noche, cuando estaba casi dormido, entró en mi habitación y se metió en mi cama.

-¿Qué haces aquí, pequeño diablillo?

-No quiero que estés solo

-Ya te dije que no era necesario, que estaba bien... además, tu dormirás mucho mejor en tu cama

-Ummm... yo sí que me siento sola... y quiero dormir contigo... porfaaa papi...

-Bueeeeeno, está bien. Si tú quieres puedes quedarte a dormir.

-Bieeeeennnn... gracias papi

Me dio un tierno beso y se abrazó fuertemente a mí.

Me avergüenza reconocerlo, pero, aunque solo era una niña, me sentía muy excitado cuando estaba con ella. Su cuerpo era pequeño pero bien formado, con unas piernas preciosas y un culito redondo y firme. Y su cara... en fin, creo que era la más dulce y bonita del mundo.

Nos pasábamos mucho tiempo abrazándonos, besándonos, acariciándonos. Pronto empezamos a acariciarnos también las partes más íntimas. Ella notaba mi excitación y creo que se divertía con ello. Le gustaba juguetear con mi pene. Se ponía encima de mí, con las piernas abiertas, fingiendo jugar al caballito, y frotaba su infantil coñito contra mi polla. Luego separaba mucho las piernas para que yo acariciara su rajita, e incluso metiera un dedo dentro de su pequeña vagina. Después le comía el coñito, acariciaba y succionaba su clítoris con mis labios y jugaba con mi lengua dentro de su vagina y sobre su sensible clítoris. Finalmente era ella la que me chupaba la polla, con una dulzura que nunca había conocido, hasta hacerme correr dentro de su boca, inundándola con mi caliente leche.

Durante mucho tiempo continuamos con estos juegos y otros parecidos, sin llegar a la penetración.

Cierto día estaba yo en el ordenador, descargando algunas imágenes de sado. Sonia estaba estudiando, y generalmente la oía llegar. Pero ese día estaba demasiado entretenido y me percaté de su presencia cuando abrió la puerta del pequeño cuarto de trabajo. Rápidamente cerré las imágenes, y creo que no llegó a ver nada, o casi nada. Pero ella se dio cuenta de que estaba haciendo algo que quería ocultarle, y con gesto pícaro empezó a preguntarme.

-¿Qué haces papi?

Aunque siempre le había hablado de sexo con normalidad, nunca le había dicho nada sobre el sadomasoquismo. Ya había cumplido 9 años, pero todavía era demasiado pequeña para entender esas prácticas.

-Nada cariño... solo estaba jugando.

Aunque solo era una niña, no era nada tonta, y no le fue difícil darse cuenta de que le estaba mintiendo.

-Uh, Uh!... eres un mentiroso... no estabas jugando... quiero ver lo que estabas haciendo!

-Vale... no estaba jugando. Pero lo que estaba viendo no puede verlo una niña como tu.

-¿Por qué?... ¿era de sexo?... siempre me dijiste que el sexo era algo normal, que no había por qué avergonzarse de ello.

-Si, y es verdad, pero... a veces hay algunas prácticas que no son normales, y solo las pueden entender las personas mayores.

-Pero siempre dijiste que yo era una niña muy madura y...si te gusta a ti no puede ser malo, ¿verdad?

Ese fue un argumento que me desarmó. No podía decirle que estaba haciendo algo malo. Además, en cualquier caso, prefería que lo aprendiera de mí que no de cualquier otro cuando fuera mayor, así que traté de explicárselo sin darle mayor importancia.

-Verás cariño, a algunas personas, cuando practicamos sexo, nos excitamos haciéndole daño a nuestra pareja..., pegándole y cosas así. Y a algunas personas les gusta ser castigadas... ¿comprendes?

-Si

-Una niña como tu podría pensar que le hago daño a otra persona porque estoy enfadado con ella o la odio, pero no es así. Puedes no estar enfadado y querer mucho a otra persona pero excitarte haciéndole daño... bueno... se que esto es difícil de entender, pero quizás algún día...

-Lo entiendo, respondió sin titubear.

-¿Estás segura?

Asintió con la cabeza

-¿Me vas a dejar verlo?

Se sentó en mi regazo y comenzamos a ver las imágenes que me había descargado. Algunas eran realmente duras, y pensé que sentiría turbada. Sin embargo, no parecía incómoda en absoluto. Por el contrario, mostraba una gran serenidad, e incluso parecía que disfrutaba con ellas.

-¿Tienes más?

Continuamos viendo otras imágenes que tenía en el archivo, después vídeos, muchos de ellos bastante fuertes, incluso para un adulto. Reconozco que la situación me excitaba enormemente, no solo por los vídeos, sino por verlos con mi pequeña en el regazo, sentada justo sobre mi polla.

Empecé a acariciarle los pezones... después los muslos. Poco a poco fui subiendo entre las piernas, sintiendo su rajita bajo la fina tela de sus bragas. No tardé en pasar los dedos bajo la tela para sentir la piel de su suave coñito. Ella separaba las piernas todo lo que podía para facilitar el trabajo de mis dedos en su pequeño clítoris y dentro de su estrecha vagina.

-¿Te gustaría hacerme eso a mi?

-¿Me dejarías?

-Claro

-Pero eso te dolería mucho

-Lo se... pero si te gusta... no me importa cuanto me duela...quiero decir que...quiero que hagas conmigo lo que te apetezca, aunque me duela mucho.

Sin decir palabra, la cogí en brazos, la llevé a mi habitación y la tumbé en la cama, boca abajo. Me senté a su lado y empecé a azotarle el culo y los muslos hasta las corvas. Primero fueron azotes suaves y espaciados, después, más intensos y repetidos, hasta golpearla realmente fuerte.

PLAS... AAY; PLAAASS... AAAAH; PLAAAAASSS, PLAAAAAS, PLAAAAS... AAAAAAAAAAH..........

Le hice separar ligeramente las piernas para azotar mejor la parte interior de los muslos, lo que también me permitía deslizar de vez en cuando los dedos entre sus piernas, hasta acariciar su coñito.

Aunque con los ojos llorosos, su mirada seguía siendo tan tierna y limpia como siempre. Parecía que quisiera agradecerme el castigo que le estaba propinando.

Suavemente le quité las finas braguitas, dejándole el culito completamente desnudo. Separó aun más las piernas, dejando que jugueteara con su clítoris y con su rosada vagina.

Le hice dar la vuelta, poniéndola ahora boca arriba. Sabía lo que le esperaba; lo había visto en los vídeos, así que abrió las piernas todo lo que pudo, dejando totalmente descubierta e indefensa su tierna rajita. Teniendo en cuenta la elasticidad que tienen las niñas de esa edad, podéis imaginaros lo abierto y expuesto que quedaba su lindo coñito. Lo acaricié por unos instantes.

-Esto te va a hacer mucho daño -afirmé-, pero si no quieres que lo haga no tienes más que decirlo.

-Estoy preparada, papi...solo que...

-¿Qué?

Me miró con esa mirada entre dulce y pícara que solía poner cuando quería jugar

-Quiero que me pegues más fuerte que en culo... quiero que me hagas realmente daño

Estaba completamente excitado, casi fuera de mí. La besé en la boca y comencé a azotarla realmente fuerte. La blanca piel de su coño se puso rápidamente roja, al tiempo que sus ojos y sus mejillas se llenaban de lágrimas.

PLAAAAAS... AAAAAGGG; PLAAAAASSS... AAAAAUUUGGG; PLAAAAASSSS............

Ahora sus lamentos eran realmente patéticos. Sin embargo, en medio del castigo, buscó mi boca con sus labios, para fundirnos en un profundo beso, enlazando nuestras lenguas, mientras yo seguía golpeando su área más sensible, y sus gritos se ahogaban en mi propia boca.

Fue una tarde inolvidable. Después vinieron otras tardes... y otras noches. Sucesivamente fuimos incorporando diversos instrumentos a nuestros juegos: palmetas, cinturones, varas... y otros castigos más duros, de los que aquí no hablar.

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Pulguita de Linares

Bravo, manteniendo el nivel del idioma!!

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